Este año 2008 recientemente iniciado será el de la conmemoración del 90° aniversario de la Reforma Universitaria, cuya incidencia en las nuevas concepciones de la Universidad basada en la autonomía, el cogobierno, la periodicidad y la libertad de cátedra, la vinculación con el medio social y productivo, es suficientemente conocida. Lu significación de la Reforma Universitaria de 1918 trascendió las aulas argentinas y por ello será recordada también por las universidades latinoamericanas y -también- por muchas de las europeas.

Las épocas ya no son los de entonces y tampoco los contextos. Sin dudas, el contexto de nuestras universidades de hoy es el de América Latina. A partir de ello corresponde la reflexión sobre la realidad en que se produce el saber y sobre el destino que le damos. El concepto de América Latina es intercultural, presentando hoy el surgimiento ciudadano de pueblos indígenas, que impulsan una nueva apertura cultural.

Avanzamos en un concepto de integración que no escapa a las universidades. El proceso de integración de las universidades europeas es posterior a la constitución de la Unión Europea y contribuye a afianzar su proceso de integración económica y comercial, aún cuando la integración cultural enfrenta la diversidad de tradiciones y lingüística de muchos de sus países. Nuestra integración universitaria se apoya en la integración cultural latinoamericana y anticipa el proceso de integración económico y comercial de los países del sur de este continente.

La sociedad de la información que se nos presenta no responde a nuestras realidades y posibilidades, pero podemos construir una sociedad del conocimiento -que es la información seleccionada y procesada- de acuerdo a nuestros intereses. En esa búsqueda, importante papel habrán de jugar las universidades. Al discernir sobre los conocimientos que más nos interesan, estaremos privilegiando la formación por sobre la acumulación de información. En esa perspectiva, estaremos retomando los criterios que contribuyeron a plasmar la universidad occidental de estos últimos siglos, que priorizaba una visión integral de los conocimientos evitando el pragmatismo,  comprometida con la renovación y  la definición de la sociedad futura. El movimiento lanzado por los universitarios de Córdoba, agregó la equidad a la función social, por el que la educación universitaria sería para todos según sus capacidades, no según sus medios. La universidad se definía así como instrumento de modernidad y desarrollo. La universidad, en el contexto latinoamericano, habrá de ratificar su vocación de formar para la vida. Esto tiene que ver con el mayor e incesante acceso a la información, la rápida obsolescencia del conocimiento y el tiempo necesario de renovación, que requieren de la capacitación permanente.

Los noventa años transcurridos desde 1918 invitan a pensar en la actualización universitaria en valores, frente a las nuevas realidades y formas de transmisión del conocimiento, lo que inevitablemente incidirá sobre la vida social. Renovar criterios pedagógicos, métodos de investigación, la relación profesor/estudiante, diseñar nuevas curriculas, en términos de anticipación. La universidad debe formar en los valores de nuestra identidad y con un proyecto de futuro. “El compromiso ético de la universidad latinoamericana nos invita a reformular la ética como una moral dinámica, atenta a la historia y anticipadora de ella: una ética del futuro que ya es presente. La lucha contra la pobreza, la equidad y la democracia son temas éticos y que movilizan a las universidades” (M. Rojas Mix, 2007).