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“Un día de otoño de 1906 Juana Linares se presentó ante las autoridades del ayuntamiento para completar los numerosos trámites que le permitirían viajar a Buenos Aires con sus dos hijitos. Era de San Juan de Moldes, un pueblo del concejo de Castropol, en el confín occidental de Asturias. Desde allí había partido  unos años antes José, su esposo, con destino a Mar del Plata, donde ya vivían parientes de Juana. Cuando pudo ahorrar lo suficiente para que la familia pudiera reunírsele envió la carta que atestiguaba el llamado ante las autoridades españolas que en ese entonces lo requerían. De este modo, Julio de seis años y Marina de tres emprendieron la travesía del océano junto a su madre. Cuántas incertidumbres, temores y esperanzas habrá tenido esta mujer hasta desembarcar en el puerto rioplatense y recorrer en tren 400 kilómetros  (una distancia poco mayor que la de todo el litoral cantábrico asturiano) sobre una llanura nunca vista, para llegar al lugar donde vivía el esposo.  Es cierto que la emigración era una experiencia conocida por los parientes y paisanos que desde hacía años se dirigían a la Argentina, Uruguay, México o Cuba. Las redes personales, la información y las distintas ayudas que suponían eran una valiosa guía para estos y otros asturianos, como para los miles de españoles y otros inmigrantes que arribaron al país en la masiva oleada de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Ello no excluía, sin embargo, los sentimientos encontrados con los que había que lidiar cuando se trataba de dejar un mundo conocido por otro que habría que conquistar.”

Así comienza el primer capítulo de libro Historia (s) de la inmigración asturiana en Mar del Plata publicado en 2014 por EUDEM, la Editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde Bárbara Ortuño Martínez, Walter Derbiz y quien escribe, nos propusimos narrar la historia de estos españoles del norte peninsular que llegaron y se asentaron en la ciudad en distintas oleadas a lo largo de más de un siglo.  Además de la trayectoria de nuestros estudios,  radicados en el Centro de Estudios Históricos (CEHis) de la Facultad de Humanidades,  el motivo convocante fue el centenario de la fundación del Centro Asturiano de Mar del Plata.  El apoyo de esa institución, de EUDEM y de la Municipalidad de General Pueyrredon, hizo posible la concreción de esta obra destinada al especialista y a todos aquellos que buscan acercarse al pasado (con frecuencia el propio pasado), a través del conocimiento tanto como de la indagación en los propios sentimientos y saberes.

El período considerado parte de  la oleada masiva del cruce de los siglos XIX al XX, avanza sobre el exilio republicano y  la inmigración de posguerra y llega hasta el retorno de los descendientes, acelerado por la declinación económica del país. Se busca dar cuenta así de los itinerarios diversos que realizaron los asturianos que llegaron a Mar del Plata a veces directamente y otras luego de estancias previas en distintos puntos del país.  El mundo de partida –tan diferente al de  destino-,  el viaje en barco y la llegada;  el progreso alcanzado a través de una cultura del trabajo que incluía a toda la familia;  las formas de adaptación de parejas que vinieron con sus hijos o se formaron en el lugar, así como los vínculos que permanecieron y se “reinventaron” con los padres y hermanos que permanecieron en el pueblo son temas considerados  a través de historias con nombres y apellidos, circunstanciadas en el mundo urbano donde se insertaron y el contexto histórico que les tocó vivir. El análisis del desenvolvimiento institucional reposa, pues, sobre historias individuales y también colectivas.  Con datos censales, del Registro Civil o de los registros de desembarco pero también con testimonios orales, fotografías y cartas, en todo momento se buscó dar cuenta de las formas de adaptación individual y familiar que supuso esta migración. Una adaptación que no supuso una ruptura con el pueblo o la aldea. Por el contrario, para la mayoría los lazos seguían activos a través de las cartas, el envío de remesas o  los “llamados” -el funcionamiento de cadenas migratorias-.  Tanto en la vida cotidiana como en las manifestaciones en el espacio público, esta continuidad no dejó de lado la interacción de los asturianos con argentinos e inmigrantes de distintos orígenes que residían en la ciudad. De hecho, uno de los hitos de esa interacción se generó en torno a la Guerra Civil española. En efecto,

“Cuando estalló la guerra, en julio de 1936, los tradicionales encuentros y pic-nics fueron suspendidos. El Centro Asturiano pasó a colaborar “moral y materialmente” con las listas que se levantaban en Mar del Plata para apoyar al gobierno republicano. Y es que la ciudad entera, como el resto del país, se vio sacudida por la contienda. La tradición socialista y anarquista así como el creciente papel del Partido Comunista volcaron la opinión en favor de la democracia española. También las tendencias liberales reconocieron esa causa. En ese año las únicas entidades de inmigrantes peninsulares eran, por orden de creación,  la pionera Sociedad Española de Socorros Mutuos, el Centro Asturiano, el Club Español y el Centro Republicano Español –los centros regionales proliferarían a partir de los años cuarenta-. Es evidente el apoyo que prestó el último. De hecho se destacó entre los distintos centros del país por el éxito de sus campañas para ayudar a las familias y combatientes del bando republicano así como a los refugiados en campos de concentración franceses. El Centro Asturiano mantenía desde tiempo atrás una excelente relación con el anterior. De manera que, entre otras acciones, en 1938 cedieron sus instalaciones a la Comisión Femenina de Socorro a los Huérfanos Españoles, una filial de la Subcomisión de Socorro a España dependiente del Centro Republicano. Por lo demás,  el 8 de mayo de ese mismo año se convocó específicamente una reunión que aprobó unánimemente el envío de un telegrama al presidente de los Estados Unidos solicitando la derogación de la ley de embargo de armas a la República española […]  con el desarrollo de la conflagración, crecieron las campañas solidarias –colectas para el envío de una ambulancia, venta de estampillas y fotografías para recaudar dinero para los afectados-. La situación de los asturianos en la península merecieron una atención especial: los refugiados en Valencia, así como los de Francia recibieron el apoyo que otros centros solicitaban al de esta ciudad. Más allá de los montos recaudados, la realización de asados y otras reuniones constituían de por sí una manifestación expresiva de los directivos frente a los socios y allegados que la opinión pública no debió pasar por alto.” (págs. 120-122)

En la experiencia de los asturianos se pone en evidencia así el dinamismo que supone la emigración: trabajo, familia, vida cotidiana y manifestaciones públicas se ven atravesadas por el encuentro entre múltiples códigos culturales,  dando lugar a relaciones sociales donde lo local trasciende lo local.

El libro surgió, entonces, como muchos en los últimos años, en el marco de un aniversario. Reposa, sin embargo, en años de investigaciones previas: las que vienen realizando los historiadores de la inmigración en la Argentina desde hace décadas, y las nuestras como investigadores con distintas trayectorias y experiencias, tanto académicas como migratorias. Sobre esta base buscamos un producto que, como la misma migración, fuera resultado de distintos cruces: el análisis académico de las razones que guiaron a los hombres y mujeres que en distintos momentos se afincaron en Mar del Plata, pero también la exploración de las emociones que los animaron o desalentaron, una dimensión ineludible que tanto nos cuesta incluir en la disciplina histórica. 

María Liliana Da Orden

Centro de Estudios Históricos (CEHis)

Facultad de Humanidades,  UNMDP

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