Definimos la Comunicación Humana como un proceso, y destacamos que es dinámico y no tiene ni un preciso punto de partida, ni un preciso punto final. Es un fenómeno altamente complejo en el cual el receptor debe evaluar todas las formas diferentes en que el emisor envía mensajes y al mismo tiempo debe estar consciente de su propio sistema de recepción, es decir, de su propio sistema de interpretación.
Como seres humanos sabemos que sin comunicarnos no podríamos sobrevivir, necesitamos averiguar hechos acerca del mundo y, gracias a las palabras nos enteramos de lo que podemos esperar de los objetos y situaciones; y también necesitamos averiguar hechos acerca de otras personas y acerca de la naturaleza de las relaciones que establecemos. Por ejemplo: "¿Por qué los otros responden como lo hacen?"; "¿Cuáles son sus intenciones?" "¿Qué imagen de nosotros mismos les damos a los otros?, ¿Cómo nos ven los otros?" etc.
Todas estas preguntas muestran aspectos de lo que en realidad es nuestra mayor necesidad en el proceso comunicacional: con cada mensaje que emitimos estamos solicitando que se nos valide y se nos considere, de uno u otro modo, importantes o necesarios.
Esto hace que tengamos necesidad de relacionarnos en forma muy frecuente con nuestros semejantes y a estas interacciones cabe aplicar conceptos de administración de recursos. Conviene reparar en que responder a una pregunta antes de escuchar y reflexionar brevemente sobre ella, lanzarnos a dar consejos o explicaciones que no nos han sido pedidas, superponer nuestro diálogo al de las otras personas, por ejemplo, son todas conductas que implican un gasto adicional de energía. Por consiguiente introducir en nuestras interacciones la observación de algunos aspectos mínimos, ordenadores de nuestra manera de comunicarnos (como por ejemplo: escuchar antes de hablar, no interrumpir en una conversación, responder sólo a lo que nos preguntan, no desgastarnos en explicaciones repetidas sobre un mismo tema etc.) probablemente redunde en beneficios no sólo en el mejoramiento de nuestras relaciones sino también en el sentido de una administración más equilibrada de los recursos que tenemos disponibles para llevar a cabo dichas interacciones, tendiendo a evitar, tal vez, que quedemos expuestos a un gasto adicional de energía que, prolongado en el tiempo, pudiera conducir a alteraciones en el rendimiento general, malestar generalizado, y a la manifestación de indicadores psicofísicos, especialmente en aquellas personas que por su edad deben tomar muy en cuenta esta variable.
Lic. Silvia Callejas. Lic. en Psicología. Especializada en la materia "Comunicación Humana y Sistemas Humanos". Te. (0223) 4942116
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