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(Primera Parte)

Dr. Miguel Ángel Taroncher - Departamento de Historia - CEHIS-CELEHIS - Facultad de Humanidades - UNMdP

El miércoles 29 de junio de 1966, el teniente general Juan Carlos Onganía asumía como presidente de facto, jurando sobre los Estatutos de la Revolución Argentina, a los que se debería adaptar la Constitución Nacional. En un posterior discurso prometíaimpulsar “una auténtica revolución que devuelva a los argentinos su fe, su confianza y orgullo”. El nuevo gobierno tuvo su origen enun golpe de estado que,planificado y encabezado por el Ejército y secundado por la Marina y la Fuerza Aérea, el 27 de junio derrocó al presidente radical Arturo Umberto Illia, electo en los comicios del 7 de julio de 1963. Las tres fuerzas conformaron una “Junta Revolucionaria” que asumía “el poder político y militar de la República”  y que “en ejercicio de sus propios poderes” destituyó a todas las autoridades electas del país, removió a los integrantes de la Corte Suprema y al Procurador General de la Nación, prohibió la actividad partidaria y política de todas las organizaciones representativas. Además, informó a la población de los objetivos del nuevo régimen, basado en el anticomunismo y el liberalismo económico, al  que denominaron como “Revolución Argentina”. Luego de designar como presidente de la Nación a Juan Carlos Onganía,sin especificar la duración de su mandato, el triunvirato militar, que desempeñó el papel de dispositivo de transición entre la República constitucional y el Estado “Burocrático-Autoritario” se autodisolvió.La “Junta Revolucionaria”  concedió al dictador una formidable concentración de poder: “un cheque en blanco”, como puntualizaría años después el general Lanusse, cuyos fondos se esfumarían después del Cordobazo.

El golpe se desencadena cuando el Comandante en Jefe del Ejército, General Pascual Pistarini, detiene al general legalista Carlos Caro y desconoce a su mando natural, el Secretario de Guerra, General Eduardo Castro Sánchez. Esa misma noche los comandantes de la Armada y la Aeronáutica, Almirante Benigno Varela y Brigadier Teodoro Álvarez le solicitan al presidente su renuncia quien finalmente desestima la propuesta.En la tarde del 28 de junio el Ejército tomó los centros de comunicación y puestos claves de Capital Federal y las provincias según precisas y sincronizadas órdenes, hasta entonces secretas, que formaban parte de unPlan diseñado en el Estado Mayor del Ejército a partirdel retiro de Onganíaen Noviembre de 1965.Cerca de las  cinco de la mañana,solo un numeroso grupo de funcionarios y militantes radicales permanecían acompañando al presidente.En esos momentos ingresa uno de los principales impulsores del golpe: el general Julio Alsogaray   increpa al Dr. Illia, en nombre de las fuerzas que le responden, le notifica su destitución y le pide solicita que se retire de la sede de gobierno a lo que el presidente se niega. A las seis de la mañana el coronel (R) César Perlinger, al mando de la  Escuadrón de Infantería de la Policía Federal armada con lanzagases,ordena  avanzar y desplaza al Dr. Illia y su comitiva desde el recinto hacia el exterior de la Casa Rosada donde una fría y ventosa mañana de invierno recibea los derrocados. El ex presidente, a bordo del coche de Carlos Alconada Aramburú, hasta hace momentos, ministro de Justicia y Educación, se alejaba, a  toda velocidad por Paseo Colón, con rumbo a la localidad bonaerense de Martínez donde residía su hermano Ricardo, a la sazón, Secretario General de la Presidencia. El golpe de estado se había consumado. El mandato constitucionalpara el periodo1963-1969,tenía, luego de casi más de dos años, un abrupto pero no por ello inesperado final ya que los rumores de un golpe de estado, difundidos por una prensa afín a los poderes corporativos, acecharon al flamante gobierno pocos meses después de iniciar sus funciones.

En el Salón Blanco de la Casa Rosada el entoncesmayor Ramón Camps,leyó la proclama de la “Revolución Argentina”. Entre el nutrido público que asistió al juramento se encontraban los representantes de lo que denominamos como “Coalición azul”, un conjunto de políticos, empresarios, académicos, sindicalistas, tecnócratas, periodistas y empresarios que se unieron en  una informal y momentánea coalición, unida por su oposición  a la gestión de gobierno de Unión Cívica Radical del Pueblo. Ésta se caracterizó por la restauración de las libertades públicas y sociales,  la intervención del estado en la economía y en las diversas esferas de la sociedad civil, tal como lo expresaba el mandato de la plataforma electoral basada en la socializante “Declaración de Avellaneda”. El rechazo a estas políticas fue  difundida por una modernizada y prestigiosa prensa semanal que generó el horizonte de incertidumbre necesario para acrecentar la legitimación del golpe de estado.

Onganía como Comandante en Jefe del Ejército del gobierno cívico-militar presidido por el senador José María Guido, restauró la disciplina en el Ejército tras los enfrentamientos entre Azules y Colorados, propició el retorno a la Constitución evitando la instauración de una dictadura al garantizarla condicionada salida electoral del 7 de Julio de 1963. Paradójicamente,en poco tiempo, el militar emblemático de la legalidad, interpretóque la democracia de partidos y los políticos habían perdido su oportunidad  y que era un sistema caduco que profundizaba la “decadencia nacional” el desorden y la “infiltración izquierdista”. Es así quese convirtió en el protagonista deuna dictadura anticomunista y autoritaria que, no por falta de oportunidad y ofrecimiento, había evitado pocos años atrás. Su gestión, utilizando los poderosos medios de un “Estado Burocrático-Autoritario”,  lejos de solucionar, agravó los problemas nacionales  que venía a resolver,transformando su inicial consenso político y social, las ilusiones de un cambio de estructuras y pacificación nacional,en un “Tiempo de Tragedia”. La “mano dura” -que importantes sectores de la población con pertinaz olvido siempre demandan- obtenía, una vez más, su nociva oportunidad.

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