flecha
Miércoles, 15 de Mayo de 2024
botonera 1
Becas UNMdP - SSU
Accidentes Laborales
Concursos
Extensión Universitaria
Transferencia y Vinculación Tecnológica
Comunicación y Relaciones Públicas
Noticias
Enlace La Capital
Links útiles
Galería de Fotos
Press Room
La Universidad en los Medios
Televisión
Radio Universidad
Enlace Impreso
Agenda
21 puntos básicos por el derecho a la comunicación
EUDEM
CINTUS
PEPBA 2020

por Bárbara Gasalla y Romina García

Informes, diagnósticos y percepciones sociales suelen describir una situación un tanto alarmante en relación con las habilidades de lectura y escritura de los estudiantes universitarios. Desde una postura que pareciera eximirnos de intervenir, los integrantes de la institución universitaria buscamos, muchas veces, responsabilidades en los estudiantes y en las instancias previas de su formación. Frente a esta situación, sin embargo, sería tal vez necesario reubicar el eje del problema y asumir un nuevo compromiso: los nuevos ingresantes y estudiantes universitarios requieren, hoy, nuevas formas de intervención docente. Los profesores universitarios, ¿seremos capaces de instalar el tema y reflexionar acerca de los alcances de nuestra práctica docente? ¿Podremos corrernos de las representaciones un tanto estereotipadas del profesor y del estudiante universitario? Si desde nuestras disciplinas debemos participar activamente de las prácticas de lectura y escritura de nuestros alumnos para que mejoren su rendimiento, ¿sabemos cómo hacerlo?

Estos interrogantes seguramente podrán generar respuestas muy diversas, pero básicamente nos llevan a pensar dos cuestiones importantes: qué esperamos/queremos de nuestros alumnos universitarios y qué hacemos para lograr que puedan cumplir esas expectativas. Partimos de la base de que es una obligación de la comunidad académica tomar cartas en el asunto y diseñar propuestas de inclusión y permanencia (en nuestra universidad, varias unidades académicas trabajan en esta línea); preguntarse por el recorrido que hicieron los estudiantes, qué impedimentos tuvieron en su formación previa o quiénes fueron los responsables, no ayuda necesariamente a resolver el presente de muchos jóvenes que hoy ingresan a la universidad y no cuentan con las herramientas que necesitan para desenvolverse con solvencia. Su inserción en la cultura universitaria depende no sólo de que puedan realizar nuevos aprendizajes acerca de los modos en que se lee y escribe en  este ámbito particular sino, por sobre todas las cosas, de que puedan conformar su identidad universitaria en el vínculo con los otros integrantes de la comunidad académica.

Maite Alvarado consideraba que el proceso de adquisición de habilidades y estrategias de lectura y escritura requiere de un entrenamiento y una práctica que, iniciado en la escuela básica, debería continuarse en el nivel superior dado que es la “etapa en que los jóvenes están en condiciones óptimas desde el punto de vista de su desarrollo intelectual y de su motivación” (Alvarado, 2001). El pensamiento crítico, objetivo fundamental de la formación universitaria, sólo se logra a través del desarrollo de habilidades de lectura y escritura que posibiliten la creatividad y la metacognición.

Trabajar desde una didáctica que se estructure tomando como punto de anclaje estas habilidades supone un cambio radical en algunas prácticas demasiado arraigadas tanto en el funcionamiento organizativo-administrativo de la Universidad como en la propia cultura universitaria. Sin embargo, resulta necesario un cambio en este sentido puesto que, como sugiere Paula Carlino: “aprender los contenidos de cada materia consiste en una tarea doble: apropiarse de su sistema conceptual-metodológico y también de sus prácticas discursivas características” (Carlino, 2003) en la medida que una disciplina es un espacio no sólo conceptual, sino también retórico y discursivo.

Para que la enseñanza de la lectura y la escritura plantee soluciones y no obstáculos,  el rol del profesor debe adquirir una verdadera dimensión pedagógica, acompañando al estudiante en el señalamiento de los progresos, tratando de generar la autonomía necesaria para que pueda evaluar su propio proceso de construcción del conocimiento, promoviendo siempre el interrogante frente a lo que se lee y proponiéndole diferentes instancias de escritura, incluso aquellas en donde, sin perder la “autoridad pedagógica” (Dussel, 2006) en estas prácticas, se le dé mayor libertad para elegir temas, estructuras, géneros, etc. En palabras de Daniel Cassany: “Tenemos que actuar como un guía de montaña que marca el camino a seguir y ofrece recursos y técnicas para escalar mejor” (Cassany, 2006).

Referencias Bibliográficas

ALVARADO, Maite y CORTÉS, Marina (2001) “La escritura en la universidad. Repetir o transformar”, en Lulú coquette. Revista de didáctica de la Lengua y la Literatura, Año 1, Nº 1.

CARLINO, Paula (2005) Escribir, Leer y aprender en la universidad. Una introducción a la alfabetización académica. Buenos Aires, FCE.

CASSANY, Daniel (2003), “Ideas para desarrollar los procesos de redacción”, en Cuadernos de pedagogía, Barcelona.

DUSSEL, Inés (2005), “Dilemas de la autoridad pedagógica en la enseñanza de la lectura y la escritura”, clase Nº 14, Diplomatura en Lectura, escritura y educación, FLACSO.

Emprendedor XXI Galicia Sueldos Universia
banner final
iso unmdp