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por Elisa Pastoriza -CEHIS (Centro de Estudios Históricos) – Facultad de Humanidades- UNMDP

elisapastoriza@gmail.com

Durante el gobierno del Primer Peronismo la Argentina fue escenario del desarrollo de un amplio programa estatal de Turismo Social, que apuntaba entre una variedad de objetivos a proporcionar servicios de hospedaje a los flamantes turistas de las clases populares. El proyecto abarcó dos espacios claramente definidos: las áreas marginales bajo la tutela de Parques Nacionales (entre otras las Cataratas del Iguazú en Misiones y la zona del Nahuel Huapi en la Patagonia) y los ámbitos ya popularizados por clases medias: Mar del Plata y las sierras de Córdoba. Además de la conquista de las licencias pagas anuales, también fue incorporada la promoción de programas breves de fin de semana y paquetes turísticos. Este experimento social, si bien recoge antecedentes de años previos, constituyó un propósito presente desde el comienzo de la gestión justicialista, distinguido por la magnitud adoptó y el protagonismo del Estado. Y de la mano de la consigna “Usted se paga el viaje, el gobierno el hospedaje”, además de favorecer la gestación de una hotelería sindical, el Estado construye y administra colonias de vacaciones.
En un doble sentido, material y simbólico, la unidad turística Chapadmalal resultó el más importante. fue el complejo turístico de Chapadmalal. Ubicado a 30 km. de Mar del Plata. Su radicación recorrió varias etapas. La primera, durante el gobierno del General de División Edelmiro Farrel y con la intervención del Ministerio de Obras Publicas, que sancionaron el decreto (n° 15.869/45) declarando ´tierra de utilidad pública´ a una fracción de tierras fiscales -50 hectáreas- sujetas a expropiación, bajo jurisdicción bonaerense, ubicada sobre la costa atlántica, en la zona de Chapadmalal, a ambos lados del arroyo homónimo, destinado a la construcción de hoteles, colonias y edificios anexos, para las vacaciones de los empleados y obreros de la Administración.
Un segundo paso estuvo protagonizado en 1947 por el poder Ejecutivo Nacional - con la firma de Juan Perón y su Ministro de Obras Públicas Pistarini- cuando, en la consideración que había que extender lo efectuado todavía insuficiente para satisfacer las necesidades recreativas de ´la gran masa de trabajadores”. Para lo cual plantean la necesidad de la construcción de una ´ciudad balnearia´ que conjugara hoteles, viviendas y casas de descanso. Con dicho programa se expropian 687 hectáreas a Eduardo Martínez de Hoz, propietario de la Estancia Santa Isabel (quien, a pesar del juicio al Estado nunca recuperar esos campos). En 1965 el gobierno pone en remate 403 hectáreas no ocupadas por el complejo turístico. Finalmente una fracción de esos terrenos pasan al Ministerio de Economía y otras, en 1982, a la Armada. Al complejo le quedan definitivamente 75 ha.
Desde el punto de vista arquitectónico, responde a una tipología denominada “pabellonaria” que todavía se utilizaba para los edificios públicos (hospitales, escuelas y viviendas), que combinaba madera, piedra y ladrillo. Para su construcción fueron usados materiales importados (cerrajería, plomería, tejas) y una excelente carpintería de cedro y la piedra de la zona. La calefacción y las cocinas funcionaban a leña, luego adaptadas a petróleo y finalmente a gas. El complejo contaba con una Torre-Tanque nutrida por agua potable y con un sistema de aguas corrientes y cloacas, algo muy moderno para la época. Pensado como una ciudad balnearia auto-suficiente, poseía una red de servicios centrales, mataderos, carnicería, panadería, que aseguraban el autoabastecimiento. Asimismo ocupaba un alto número de personal (alrededor de mil trabajadores) entre los empleados en la Administración, obreros de maestranza, técnicos y especialistas en los diversos servicios.
En 1950, el complejo albergaba 9 hoteles y 19 bungalows rodeados de amplios jardines, con servicios de usos comunes, correo, telefonía, centro de asistencia de salud con farmacia, cine-teatro, galerías comerciales, una confitería bailable (Hostería del Lago); también centros recreativos (juegos infantiles, fútbol, bowling, juegos mecánicos), una ermita y edificio para la administración. Los bungalows o chales fueron destinados, originalmente, al personal jerárquico de la administración pública que, durante los gobiernos militares, pasó a ser ocupada por la Presidencia de la Nación.
Con la sanción de la Ley 13.992 /50, una cadena de las Colonias de Vacaciones, las más importantes de la Argentina, pasan a depender de la FEP, para lo cual ésta crea un departamento propio para su administración y organización. También le son transferidos los fondos asignados a Turismo Social recaudados del Aguinaldo (un 2% del aporte obrero y un 3% del patronal). Según informan sus Memorias, la tarea efectuada se traduce en un notorio incremento (un 50%) de los turistas alojados en las unidades turísticas propias, entre los que se privilegió además de los afiliados de la CGT, el Turismo Escolar que permitió viajar a miles de jóvenes y niños. Asimismo se implementan el “Turismo escolar en invierno” que se desarrollaba en los meses de abril y noviembre.
De manera tal que veranear en Chapadmalal, se convierte en una meta al alcance de las familias obreras. Las Colonias de vacaciones contaban con un lugar especial, el Hotel Infantil destinado a los niños, a quienes la FEP organizaba la estadía vacacional. Así, mediante estos programas turísticos infantiles, miles de niños conocieron el mar y los nacidos en las costas y llanuras grabaron en sus memorias los imponentes Andes y las serranías cordobesas. Estas experiencias infantiles dejaron su impronta. Memorias, relatos, testimonios de una variedad de dirigentes sindicales, delegados y militantes peronistas de los años sesenta y setenta, destacan el impacto de haber conocido el mar en los programas escolares vacacionales del justicialismo.

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