por Paola Massa

Uno de los padres de la Química, de quien probablemente hayamos heredado la tenacidad y también nuestro carácter a veces gruñón, fue el Barón Berzelius, un científico sueco muy destacado durante el siglo XIX. A pesar de trabajar en condiciones que hoy en día consideraríamos inaceptables, su perseverancia y su talento le permitieron realizar aportes notables para el desarrollo de la Química moderna. Jöns Jakob Berzelius fue el primero en aislar numerosas sustancias e idear procedimientos esenciales para el progreso del trabajo analítico, además de dar forma a este peculiar sistema de notación y simbología que tantos dolores de cabeza les sigue provocando a nuestros alumnos. Entre muchos otros logros, se le atribuye ser uno de los descubridores del fenómeno de la catálisis. Sus observaciones y, por sobre todo, su agudeza lo llevaron a presentar una incipiente teoría general en 1835 en la que enunciaba “algunos cuerpos tienen la propiedad de ejercer sobre otros una acción (…) por medio de la cual se produce su descomposición, formando nuevos compuestos, que no entraban en la composición de aquellos. A este poder desconocido, común a la naturaleza orgánica e inorgánica, llamo poder catalítico, siendo catálisis la descomposición de cuerpos por esta fuerza”. A la luz del rigor científico de nuestros tiempos, estas palabras parecen más propias de un jedi de la Guerra de las Galaxias que de un químico. A pesar de ello, estas ideas llegaron a despertar verdadero interés en la comunidad científica de la época (además de mucha polémica) e impulsaron el desarrollo de un prolífico campo de estudio que continúa en fuerte expansión.
Según la definición de Wilhelm Ostwald (quien recibió el premio Nobel de Química de 1909 por sus investigaciones sobre catálisis), los catalizadores son sustancias capaces de modificar la velocidad a la que transcurren las reacciones químicas, pero que pueden recuperarse sin alteración una vez que finaliza el proceso.
La importancia que Ostwald vislumbró entonces, hoy resulta indiscutible. Catalizadores en la industria, en la cocina, en el auto, en la construcción. Catálisis también naturalmente en nuestro propio cuerpo, por medio de las extraordinarias enzimas que permiten que ocurra cada proceso bioquímico dentro del organismo. La variedad de catalizadores existentes parece inagotable, y sus aplicaciones también. Entre ellas debemos incluir a la catálisis ambiental. A partir de la década de 1970, cuando la necesidad de proteger el ambiente y controlar la contaminación comenzó a instalarse socialmente, las miradas volvieron a posarse en la catálisis. Desde entonces se desarrollan, investigan y aplican catalizadores cuyo objetivo no sólo es el de mejorar el rendimiento de los procesos químicos, sino también el de reducir la contaminación presente y generar menos contaminantes en el futuro, a través de procedimientos más respetuosos del medio ambiente. El campo de la catálisis para la protección ambiental resulta estratégico y lleno de potencialidades. En estos tiempos en los que las demandas medioambientales se incrementan, promover el avance científico de áreas con la capacidad de aportar soluciones es primordial.
Actualmente en nuestro país existen más de 10 centros de investigación con grupos que se dedican a la catálisis ambiental (uno de ellos aquí en la Universidad de Mar del Plata). Más allá de la magnitud del desafío y de los altibajos entre los que nos toca hacer ciencia aquí y ahora, seguimos adelante con nuestra tarea de estudiar e investigar (en definitiva, perseverar más allá de errores propios y ajenos), buscando respuestas nuevas y mejoradas. En este punto quizás sí anhelamos parecernos a los nobles jedis de las películas de George Lucas: buscar conocimiento que contribuya a preservar la vida y la libertad.