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1982 - 2 de abril – 2012
In memoriam

Se cumplen  treinta años de un hecho bélico que ha ingresado definitivamente en la memoria del país y en el espíritu de cada argentino. Desde la Universidad, es auspiciosa una reflexión sobre las causas y las consecuencias profundas de lo ocurrido, más allá de los dictámenes que redacten las interpretaciones de la historia.
La Tolerancia, esa buena palabra, transmutada en joya del espíritu humano y en virtud republicana, también tiene sus límites. Por lo tanto, cuando son traspasadas ciertas fronteras y guardamos silencio, nos convertimos en Cómplices del mal obrar. Por lo general acompañamos esto con un alto grado de hipocresía y de soberbia.
La omisión culposa, la tibieza acomodaticia y la insensibilidad, se disfrazan hoy de Tolerancia, ante un mundo materialista, donde el hedonismo y el relativismo forman parte de un arsenal pretendidamente "progresista".
No es digno de ciudadanos  tolerar silenciosamente los bombardeos, las masacres, los bloqueos, las invasiones y las torturas, disculpadas tras las viles figuras políticas: del ataque preventivo, de los daños colaterales o de la seguridad del Estado.
No es tolerancia republicana aceptar la esclavización de menores y de adultos marginales, para producir más barato y lucrar mejor en el mercado globalizado, con las excusas: de la flexibilidad laboral y del mal menor.
Debería repugnar a nuestro espíritu universitario, la actividad creciente y protegida de las mafias de los medicamentos falsificados, de las drogas adictivas, de la prostitución forzada y del tráfico de órganos y de armamentos. Allí toda justificación es execrable.
Similar repugnancia debería producirnos la instauración de operatorias corruptas, que dilapidan los recursos públicos, camuflando ese accionar delictivo con actos demagógicos y discursos populistas.
Los excesos de la tolerancia desembocan en la indiferencia absoluta y cruel por el destino de nuestros prójimos, así como una libertad sin límites consensuados, ha llevado -históricamente- a la tiranía de los más fuertes y taimados.
Entonces: ¿hasta dónde tolerar?, ¿cuál es la frontera cierta de la Tolerancia como virtud republicana en este siglo XXI?
Cuando se deshumaniza a la persona -por acción o por omisión- se ha cruzado evidentemente el límite de lo tolerable y es allí, donde las leyes justas deben ser aplicadas con toda su firmeza, su rigurosidad y su severidad.
Nadie, nunca y por ningún motivo, está autorizado para imponerle al otro
un sufrimiento que lo deshumanice o para producirle a la naturaleza un
deterioro irreversible.
Oponernos activamente a la deshumanización de nuestros iguales y al deterioro ambiental, es virtud de la justicia y no vicio de la intolerancia.
Sean las organizaciones religiosas y filantrópicas, que refugian a sus miembros pedófilos y silencian sus estafas financieras.
Sean los gobiernos socialistas, totalitarios o fundamentalistas que ahogan en sangre las voces disidentes en Corea del Norte, en Cuba, en el Cercano Oriente y en muchos de los países del África contemporánea.
Sean los organismos económicos internacionales del capitalismo, que exigen cumplimientos que lesionan medularmente la calidad de vida de los ciudadanos de los países pobres y endeudados.
Sean quienes fueran los violadores de la dignidad humana y sus cómplices, nosotros, como miembros de los claustros universitarios, donde se proclama a diario: el cultivo de la Ciencia,  de la Libertad de expresión y de la Igualdad de oportunidades, deberíamos alzar nuestra voz y hacer sentir nuestra presencia cada vez que el respeto
por el valor intrínseco del otro, se encuentre en riesgo de ser vulnerado.
Y es también en nombre de esa Tolerancia, que al interior de los claustros universitarios, debemos poner de manifiesto y corregir los desvíos individuales y corporativos, con la firmeza y la discreción que orienta todas nuestras acciones y dentro de ese marco de respeto que cultivamos por cada miembro de la comunidad universitaria.
Estimo que ejercitándonos con esfuerzo y voluntad por este camino, iremos descubriendo y aceptando paulatinamente los límites sanadores de esa "buena palabra", honrando la memoria de quienes fueron - y siguen siendo víctimas de las intolerancias de la historia.

Mario Eduardo Corbacho.
Emprendedor XXI Galicia Sueldos Universia
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