flecha
Jueves, 16 de Mayo de 2024
botonera 1
Becas UNMdP - SSU
Accidentes Laborales
Concursos
Extensión Universitaria
Transferencia y Vinculación Tecnológica
Comunicación y Relaciones Públicas
Noticias
Enlace La Capital
Links útiles
Galería de Fotos
Press Room
La Universidad en los Medios
Televisión
Radio Universidad
Enlace Impreso
Agenda
21 puntos básicos por el derecho a la comunicación
EUDEM
CINTUS
PEPBA 2020

Por Mario Eduardo Corbacho.

Una ola mediática propaga con decisión, los proyectos legislativos que promueven la exclusión de todos los símbolos religiosos en el ámbito público.
Tal medida reguladora, es alentada con el irrefutable fundamento laico del Estado contemporáneo.
La progresiva secularización de Occidente, es uno de los procesos sociales más intrincados desde la segunda postguerra europea. En las zonas urbanas de los países industrializados, las manifestaciones de “lo sagrado” están siendo – paulatinamente – estibadas en el ámbito privado de sus correspondientes grupos de pertenencia. Dentro de esa compleja dinámica, cada individuo adulto debe ser invitado a formalizar libremente su personalísima adhesión.
La práctica de una creencia es considerada, hoy, un derecho humano inalienable, de la misma manera que lo es la decisión personal de prescindir de toda creencia y del ejercicio de toda liturgia.
La escandalosa relación prostibularia entre los Estados independientes por un lado y las organizaciones religiosas transnacionales por otro, - que fue iniciada con pompa y beneplácito mutuo por el último emperador romano Teodosio I, a través del Edicto de Tasalónica en el año 380 -, ha derivado en miserables descréditos, tanto para los Estados como para las diferentes creencias oficializadas.
Las fatigosas “guerras de religión” que engangrenaron la modernidad europea, la interpretación de la historia política de los pontífices romanos y el desarrollo milenario de las heterodoxas actividades religiosas de raíz abrahamánica, son una cantera insondable de material documental, para los estudiosos de las ciencias sociales de hoy.
Con objetivo espíritu científico se intentan analizar los estrechísimos lazos entre el poder político, sus vías de legitimación y las creencias religiosas, durante los últimos mil setecientos años en Occidente.
Ante este panorama excesivamente alambicado, me permito encender una razonable alarma.
Este festivo avance iconoclasta, que en nuestro país es celebrado por una minoría progresista, laica y entusiasta, no está exento de aparente candidez.
La erradicación material del símbolo –sea cual fuere éste- no supone, ni indica ni tampoco incluye, la expulsión sin retorno de aquello que el símbolo representa.
Para asomarnos al mundo de los valores, - entendiendo por éstos a las justificaciones intangibles en las que se fundan nuestros pensamientos, sentimientos y acciones -, se nos exige estar dispuestos a ingresar en el universo de lo inefable, de aquello a lo que solamente accedemos por los tortuosos senderos de la intuición, de la metáfora y del símbolo.
¿Qué son: la libertad, la fraternidad, la igualdad, el sufrimiento, la abnegación, el consuelo y la paz? si no valores, esto es: justificaciones intangibles que nos orientan el accionar a cada uno de los miembros de la especie humana.
El desmantelamiento público de objetos de indudable connotación ideológica, es una muestra del espíritu laico e igualitario que está tiñendo a nuestras sociedades civiles. Pero para que esa tintura se afirme y tome cuerpo, debe ser acompañada por una generosa, ardua y persistente campaña educativa. En ella, el convencimiento deberá primar sobre la coacción, el consenso sobre la violencia del quórum y el espíritu igualitario sobre los revanchismos entre la cátedra y el púlpito.
Descolgar cruces, exilar madonas, mutilar estrellas y candelabros o amputar lunas en cuarto creciente, son meras acciones mecánicas que, para su legitimación republicana, deben estar firmemente aceptadas por el electorado y por los contribuyentes.
A mediados del siglo XIX, José Mármol predijo poéticamente que: “ni el polvo de sus huesos la América tendrá…” pero desde 1992 el rostro del Restaurador de las Leyes, decora nuestros billetes de veinte pesos y sus restos mortales son honrados con honores militares en la Recoleta de Buenos Aires.
En 1956, el Decreto-Ley 4161 del Poder Ejecutivo Nacional, prohibió marchas, distintivos, banderas, imágenes y hasta la sola mención del “tirano prófugo” o del “dictador depuesto” y de su difunta esposa. Pero el 23 de septiembre de 1973, ese Teniente General retirado fue electo democráticamente por tercera vez, con el apoyo del 61,85 % del padrón nacional.
Estos son solamente dos ejemplos históricos, elegidos – obviamente - con intención provocativa.
Cuando un símbolo es extirpado sin acuerdos sinceros, sin voluntades explícitas, la vulnerabilidad y la volatilidad de ese cambio son extremadamente altas. Así, los riesgos de la desunión nacional se multiplican porque se reavivan heridas, prejuicios y pasiones aletargadas.
La Razón, que es la guía de toda organización universitaria se encuentra en peligro. No destilemos aparente inocencia en ninguno de nuestros claustros.
Considero una grave obligación intelectual y solidaria, encontrar los cauces apropiados para que nuestro laicismo declamado, sea racionalmente y efectivamente incorporado en los comportamientos públicos de los conciudadanos del siglo XXI.
Emprendedor XXI Galicia Sueldos Universia
banner final
iso unmdp