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Por Mario Eduardo Corbacho.

Los medios masivos, - centralizados y rígidamente controlados por quienes privilegian su dominio económico sobre las mayorías demográficas -, nos imponen desde las múltiples redes que enmarañan al mundo, una información homogeneizada.
Los valores y las normas concebidas por aquellos centros de decisión indican quiénes son los "buenos" y quienes son los "malos" en cada situación.
Anteayer, los "buenos de la Historia" eran los aliados -norteamericanos y soviéticos- y los "malos" vestían el uniforme de las potencias del Eje.
Ayer, se abuenaron los alemanes malos con el Plan Marshall y se demonizaron los soviéticos, con sus aliados del Este europeo y del sudeste asiático, acusados de ser los culpables de todos los males cósmicos durante las décadas de la Guerra Fría.
Mientras tanto, los intelectuales de las izquierdas minimizaban los horrendos crímenes y las purgas stalinistas, maoístas y castristas, justificándose en que: un nuevo mundo socialista se estaba pariendo, y como en todo parto, hay dolores que pueden ser acallados cantando: "Arriba parias de la Tierra, en pie, famélica legión"
Las llamadas "derechas sudamericanas", simultáneamente, silenciaban los horrores y las indignidades de la España franquista y de los gobiernos militares de los sesenta, de los setenta y de los ochenta.
Hoy, los centros de decisión han reorientado sus intereses, ampliándose el número de los miembros de la "Banda de los Buenos", enfrentada en encarnizada lucha contra el "Eje del Mal", corporizado en quienes calzan turbantes y rezan hacia la Meca. Hiroshima y Nagasaki, Corea y Vietnam, la Guerra del Golfo y la de
Afganistán, la Franja de Gaza y Guantánamo: ejemplos geográficos donde la muerte, la tortura y la degradación son presentadas como el costo para imponer la democracia occidental.
La hipocresía en sí es una  mentirosa pantalla de reputación, originada en el deseo de esconder a los demás, los sentimientos y principios que, en realidad, no se tienen.
Casi dos centenares de Estado conforman las Naciones Unidas, pero solamente cinco de ellos tienen el poder de veto.
De esos cinco países privilegiados, cuatro, han sido los triunfadores de la II Guerra Mundial y con el restante, forman el apocalíptico quinteto de los primeros exportadores de armas del mundo: EEUU, Reino Unido, Federación Rusa, Francia y la República Popular China.
Así se ha legitimado el camino del voto democrático para doscientos países, bajo la voluntad del veto irrestricto de  los cinco principales exportadores de armamentos.
Para imponer la obediencia, si no basta con la luz de la razón, los más fuertes y ricos tienen la fuerza del fuego. Ayer fueron el garrote y la lanza, hoy son el misil y la amenaza nuclear.
Ante semejantes desmesuras, los ingenuos se escandalizan.
La hipocresía organizada triunfa en cada uno de los máximos niveles de la conducción mundial. Y exponen candorosas razones humanitarias para intervenir militarmente. Siempre el pretexto es: liberar e iluminar a los pueblos que están oprimidos por líderes despóticos y corruptos.
Repugna que se pretenda convencernos sobre cómo debemos  proceder los ciudadanos comunes contra nuestros supuestos dirigentes populistas para lanzarnos confiados hacia los brazos de la purísima democracia de barras y estrellas.
Debemos sospechar - y mucho - de esos repentinos pasmos ante los abusos, corrupciones y atrocidades de dictadores y reyezuelos, que hasta hace meses eran recibidos con público beneplácito, por interesados dirigentes del mundo desarrollado.
Hoy el mundo árabe se encuentra en una inédita revolución social.

A la Europa en crisis y a los EEUU en campaña electoral,  les preocupan en especial los miles de pozos petroleros, las torres de prospección, el precio de la nafta en sus surtidores y el arribo masivo de emigrantes africanos y asiáticos al Mediterráneo. Son imprevisibles las consecuencias económicas de tales desequilibrios.
La cacofonía de sus lamentaciones  obliga a silenciar otras voces: las del hambre, del temor y de la exclusión. Los cotidianos atentados contra la precariedad de esos pueblos  y  la opresión ejercida sobre sus ciudadanos, nunca les ocupó - históricamente - demasiado tiempo ni esfuerzo. Tampoco hoy les sigue impidiendo la muy lucrativa venta de armas sofisticadas a esos exhaustos clientes subdesarrollados.
Plantean -sibilinamente - que una intervención militar es la única esperanza de sobrevida democrática.
Son demasiado burdas las intermediaciones para facilitar la implantación de empresas occidentales y asociadas de reconstrucción nacional, en esos territorios bombardeados y civilmente destruidos. Nunca se hallaron las armas de destrucción masiva en el Irak invadido.
Exigir homologaciones democráticas,  fijar modelos de ética republicana y expedir certificados de dignidad, son ejemplos de la hipocresía organizada que gobierna occidente. Sus intereses económicos condenan a la mitad del planeta a una mayor miseria generacional.
Mientras tanto, se sigue izando "sobre tierra de libres, la bandera sagrada  " y muchos entonan sus himnos de gloria sobre un planeta angustiado y prisionero del desamparo.

Consultar:
Krasner, Stephen: Soberanía, hipocresía organizada. Paidós. 2001
De Souza Silva, José: La farsa del "Desarrollo". Artículo del 21 /VII/09
Unidad Cívica por la República: La Hipocresía organizada y la insurrección
árabe. Artículo de Júcaro 11-III-10
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