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Miércoles, 15 de Mayo de 2024
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Es un tema recurrente hoy glorificar la “innovación” y plantearnos permanentemente la necesidad de contar con ella en múltiples facetas de nuestra vida. Pero no es éste un tema nuevo entre aquellos que se han dedicado al análisis del desarrollo social y a sus posibles orígenes. Ya Schumpeter en los albores del siglo XX planteaba que el bienestar de las naciones dependía de la capacidad de innovación de sus empresarios. En aquellos tiempos, pleno auge del liberalismo económico y del desarrollo del capitalismo, lo que él afirmaba se explicaba simplemente por el hecho de que quien innova en el mercado, asume un rol monopólico respecto de su innovación y éste le permite fijar cómodamente los precios de sus productos o servicios y consecuentemente remunerar holgadamente a quienes aportan sus insumos y su trabajo. Naturalmente y dentro de la “teoría del derrame”, tan cara a los neoliberales actuales, era posible de ese modo lograr la mejora en las condiciones de vida de un país, a través de sus empresarios innovadores.
Pero sería un error pensar que la innovación surge recién con la Revolución Industrial. La humanidad ha evolucionado desde los albores de la civilización en muy diversos aspectos y esto es muy fácil de constatar.
Ha evolucionado en primer lugar en los modos de satisfacción de sus necesidades, creando permanentemente nuevos satisfactores para resolver sus perennes problemas de alimentación, habitación, transporte y todo un cúmulo de necesidades básicas, a las que paulatinamente ha ido incorporando otras de índole sociocultural y político, que se traducen en nuevas formas de organización social y nuevas estructuras políticas que van desde las primitivas agrupaciones humanas, con características tribales, hasta las actuales democracias representativas y donde es posible incluso fantasear con nuevas formas de organización sociopolítica que avancen hacia democracias directas plebiscitarias, donde apoyados en los medios de comunicación que se han desarrollado y los que seguramente seguirán haciéndolo, será posible consultar en pocos minutos a grandes conjuntos humanos acerca de decisiones que les afectan.
Y esta evolución ha ido acompañada, o precedida según sea el autor que lo analice, por profundos cambios en los modos de producción y distribución de la riqueza que la sociedad produce y, en un análisis microeconómico, en los modelos tecnológicos y organizativos de las unidades productivas, ya sea de bienes materiales o de servicios de todo tipo.
Es así que verificamos, fundamentalmente durante el siglo XX, un acelerado proceso de desarrollo de organizaciones especializadas en la producción y distribución de bienes (empresas), así como en el desarrollo cultural y normativo de la Sociedad (escuelas, tribunales, legislaturas, etc.) y en todas ellas aparece la “innovación” como un fin deseable.
Pero qué es “innovar”? Una apreciación simple del tema nos dice que es “aplicar creatividad a la solución de un problema”, y aquí llegamos al meollo de la cuestión: Es posible dotar de creatividad a las organizaciones, más allá de la que naturalmente posean sus integrantes? Tradicionalmente hemos asociado la creatividad con las manifestaciones artísticas, aceptando de modo axiomático que sólo algunos tocados por alguna varita mágica, estaban en condiciones de tener conductas creativas y siempre se los ubicaba en el plano artístico.
De este modo resultaba casi axiomático que un ingeniero o un contador no podían ni debían ser creativos. Sin embargo el mero análisis de los bienes que rodean nuestra cotidianeidad nos pone en evidencia cuanta “creatividad” han puesto en ella diseñadores e ingenieros para producirlos y también nos informa acerca del esfuerzo sistemático necesario para lograrlo, al punto que resulta rigurosamente cierta la frase de un gran creativo, Thomas Alva Edison que decía, en relación a sus creaciones técnicas, “es necesario cinco por ciento de inspiración y noventa y cinco por ciento de transpiración”.
Vemos entonces que la creatividad no sólo es necesaria, sino que puede ser desarrollada. Son numerosas las técnicas que ayudan a ello – brainstorming, análisis morfológico, escenarios, prospectiva, círculos de creatividad y diversas técnicas de resolución de problemas, entre otros- , pero hay algunos prerrequisitos en que los autores coinciden: Para pasar de una organización con gente creativa a una “organización creativa”es preciso una excelente comunicación, la existencia de estímulos y tenacidad y autodisciplina.
También son cada vez más las instituciones y autores que se dedican específicamente al desarrollo y divulgación de técnicas que ayudan a mejorar la creatividad de las organizaciones. En nuestro país un pionero en este campo es el Mg. Eduardo Kastika, autor de varios libros y trabajos sobre el tema, que prestigia el claustro docente de nuestro postgrado en administración de negocios.
Por otra parte, y esto no es un dato menor, el desarrollo de la creatividad y la innovación en las organizaciones ha desembocado en lo que hoy constituye una rama esencial de la Administración, que es la Gestión del Conocimiento, ya que hoy se considera tan importante o más este tipo de gestión, a la par de la tradicional administración de los recursos materiales.
En todo caso una organización exitosa requiere un adecuado balance de ambos enfoques en su gestión, y esto no surge espontáneamente, por lo que debe ser cuidadosamente planificado y desarrollado por sus directivos.
Atenta al análisis que antecede, nuestra Facultad ha implementados hace ya algunos años una Especialización y Maestría en Administración de Negocios, dirigida a profesionales universitarios de diversas titulaciones, que procura sinergizar en la formación de sus alumnos la interdisciplinariedad que esta característica le provee.
Estos cursos se desarrollan en cinco trimestres la Especialización y con un cuatrimestre adicional la Maestría, mediante el cursado presencial en forma quincenal y con una metodología participativa, con profusa aplicación del análisis de casos.
Los cursos están a cargo de calificados profesores que aúnan a su condición de reputados teóricos, con obras escritas sobre sus respectivas especialidades, la condición de consultores en ejercicio que tienen una praxis vigente que enriquece su formación teórica.
Estamos convencidos que este posgrado está llamado a llenar una necesidad evidente de nuestro mundo organizacional –público y privado- y muy especialmente de las empresas Pymes, que deben competir en base a creatividad, calidad y servicio, cuestiones éstas harto difíciles de lograr y mantener.
Invitamos a quienes estén interesados en esta propuesta a comunicarse con nosotros mediante mail a posgreco@mdp.edu.ar o concertando una entrevista al teléfono 474-9696 int. 315/316 de la Secretaría de Posgrado-

Dr. Roberto I. Vega
Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
Emprendedor XXI Galicia Sueldos Universia
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