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El 29 de agosto de 1810 nació en Tucumán, Juan Bautista Alberdi, una figura cuyo pensamiento fue fundamental para la construcción no sólo de la nación argentina sino también de la región sudamericana, y para el proceso posterior de organización e institucionalización de nuestra nación. Escritor, abogado, jurista, legislador, político, y también pensador sobre cuestiones económicas y músico, su obra (ocho tomos de sus Obras completas y deciciséis de los Escritos póstumos) es difícil de encuadrar en una sola disciplina, y gran parte de ella puede ser catalogada como “literatura de ideas”.
Seguramente su ingreso, a los 14 años, al Colegio de Ciencias Morales en Buenos Aires, con una beca de la provincia de Buenos Aires, fue decisivo en su formación, porque le permitió vincularse con jóvenes como Avellaneda, Echeverría, Gutiérrez, Cané, Mitre, oportunidad que le fue negada a otros jóvenes del interior, como Sarmiento, quien debió realizar sus aprendizajes como autodidacta. Estudió jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires, los continuó en la Universidad de Córdoba y en Montevideo, hasta obtener su título de doctor en Chile, en 1844.
En 1835 se unió en Buenos Aires al llamado Salón Literario, fundado por Marcos Sastre y Esteban Echeverría, se vinculó a la generación del 37 y luego integró la Asociación “La Joven Argentina”. A fines de 1838, por negarse a prestar juramento al régimen federal de Rosas, fue perseguido por su policía y se exilió voluntariamente en Montevideo.
Durante su estadía en Chile realizó los estudios necesarios para sentar las bases que permitieron sancionar poco después la Constitución Argentina de 1853. En estos años entabla la polémica con Sarmiento, una disputa intelectual clave de nuestra historia. Desde 1855, a pedido de Urquiza se trasladó a Francia para ejercer funciones diplomáticas que interrumpió durante la presidencia de Mitre. Regresó a su país en 1878 al ser elegido como diputado nacional por su provincia, pero finalizada su función una fuerte disputa con Bartolomé Mitre lo empujó a trasladarse a Francia, donde murió el 19 de junio de 1884.
Sus obras más destacadas son: Fragmento preliminar al estudio del Derecho (1837), La Revolución de Mayo (1839), El gigante Amapolas... (1842), La acción de la Europa en América (1845), Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina (1852), Cartas quillotanas (1853), Palabras de un ausente... y Peregrinación de Luz del Día... (1874), La República Argentina consolidada en 1880 con la ciudad de Buenos aires por capital (1880), y tantas otras. Entre sus obras publicadas póstumamente se encuentran los Estudios económicos, El crimen de la guerra, América, Ensayos sobre la sociedad, los hombres y las cosas de Sud-América.

El bicentenario de su nacimiento es una ocasión propicia para releer sus escritos y explorar la vitalidad de su vasta obra pluridisciplinar, revisar críticamente su legado sin excesos ni retaceos, reconocer sus huellas en la ardua construcción de una nación en estas latitudes, examinar la vigencia de su programa fundacional. Es también Recientemente la apertura de importantes archivos que estaban en manos privadas ha estimulado un regreso a las fuentes y una revisión saludable de su obra, su pensamiento, sus escritos y sus acciones, que anuncian una nueva puesta en valor y en perspectiva del legado alberdiano.
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