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Miércoles, 15 de Mayo de 2024
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Hace unos años preocupaba a los orientadores profesionales, como una cuestión central, el hecho de que la “vocación” como tal no existiera. Esto quiere decir, más o menos, que no se ha nacido encaminado hacia alguna meta, sino que se debe construir paso a paso (o decisión a decisión) el camino que lleva a alguna parte en la vida. Por lo tanto, si la ruta no estaba prefijada (las personas no estaban “vocadas” o llamadas a un destino particular) y los orientadores debían operar en el terreno de las estrategias que facilitaran una cierta anticipación y habilidad para recorrer el camino hacia la inserción, desarrollo y satisfacción en el trabajo.
Actualmente esto parece haber sido aceptado (sin duda también en un contexto en el cual las personas ya no ingresan a un espacio laboral esperando, sencillamente, jubilarse allí).
Otras cuestiones concitan el interés y los esfuerzos de los orientadores vocacionales hoy: la preocupación es el “puente” y cómo transitarlo. ¿Qué puente? Puede ser el la escuela-trabajo, de la escuela-estudios superiores, de la universidad-inserción profesional, de la capacitación-empleo, etc., etc. Se habla insistentemente de la necesidad de conectar las dos riberas que el puente une, y se han utilizado vocablos tales como “articulación” o más recientemente “vinculación” para dar una idea de enlace más amigable.
El asunto es que todos, orientados y orientadores, están sobre el puente: las personas que finalizan o ya han finalizado un ciclo educativo y que se percatan de que hay que proseguir, y los orientadores profesionales que deben pergeñar dispositivos cada vez más efectivos para facilitar el cruce. Pero el problema central parece estar residiendo en atender al puente y olvidarse de la carretera. El puente es el evento, la carretera es el proceso. La transición entre distintos niveles formativos o entre estos y el mundo del trabajo, no debiera entenderse como un suceso aislado en la vida de una persona, sino como un punto de un camino que se viene recorriendo y que se seguirá andando. Sin duda que ello requeriría, por ejemplo, que todos esos años escolares previos y posteriores a los cruces de puentes fueran facilitadores del desarrollo a largo plazo y de la adquisición de habilidades para encarar la diversidad y opcionalidad futuras.
No es sencillo rescatar la idea de “proceso” en orientación vocacional; es más, generalmente se la invoca pero no se la operativiza. El bagaje que una persona requiere para lograr una vida laboral satisfactoria (para él y para la comunidad) es voluminoso y debe ser aprendido a lo largo y a lo ancho de sus recorridos formativos. Lo largo quiere decir desde que ingresa a la educación sistemática y, reconversiones laborales mediante, hasta que abandona completamente la vida laboral activa (o la vida misma, porque el hombre trabaja hasta que muere). Lo ancho quiere decir que se incluye también a la familia, a los grupos de referencia y pertenencia, a la educación informal. Es por ello que la orientación vocacional, encaminada a personas que viven en escenarios móviles, diversos y con alto grado de incertidumbre, debe pensarse como un recurso integrado a los recorridos formativos de los ciudadanos todos, y por qué no, a lo largo y a lo ancho de la vida de los mismos. Este es el desafío para la orientación vocacional hoy, aunque no le competa en exclusividad resolver todas las problemáticas que convergen en el campo de su incumbencia

Secretaría Académica. Departamento de Orientación Vocacional
Lic.Cristina Di Doménico. Directora
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