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Miércoles, 15 de Mayo de 2024
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Durante las últimas semanas, una generosa correspondencia mediática referida a la relación entre la pedofilia y la jerarquía de la Iglesia Católica Romana ha inundado de mensajes nuestros correos electrónicos y los principales diarios de tirada nacional e internacional.
Temas tan dispares como la relación Iglesia –Estado, la homosexualidad clerical, el agnosticismo, la participación ciudadana en la distribución de cierta recaudación impositiva, la apostasía y hasta la posibilidad de una escandalosa detención judicial del Papa Ratzinger durante su inminente visita a Gran Bretaña, continúan siendo motivo de un acalorado debate en las páginas virtuales.
Ante semejante caudal heterogéneo de opiniones fundadas, de comentarios antojadizos, de chanzas e ironías y de algunos despropósitos, es oportuno proponer alguna luz sobre ciertos puntos para profundizar el diálogo entre los miembros lúcidos de nuestra comunidad y solicitar, simultáneamente, las aclaraciones pertinentes tanto a los representantes de las ciencias como a los expertos en la legislación vigente.
Por ahora y aquí, me atrevo solamente a plantear algunos ítem para aclarar y para ser aclarado.
1) En su sentido fundamental, toda religión puede ser comprendida como una “ilusión”.
2) La “religiosidad” es la importancia que la religión asume en la vida de una persona. Y, como tal, posee diferentes dimensiones: experiencial, ritualista, ideológica, consecuencial e intelectual. Es por ello que cuantificar la religiosidad (o la carencia de ella) en un grupo determinado de una época y lugar específicos, es una tarea extraordinariamente compleja, cuyas conclusiones estarán - muy probablemente - influenciadas por la subjetividad de quienes hayan patrocinado esa investigación sociológica.
3) Por lo tanto, no deberíamos tener tanto temor a los ídolos que nosotros mismos hemos creado a nuestra imagen y semejanza, desde que somos sapiens-sapiens sino, por el contrario, deberíamos atrevernos a representar y asumir aquellos valores que, - aún hoy - , les seguimos atribuyendo a aquellos “seres superiores”.
4) Las religiones no son una simple cuestión de “creencia”, de “fe”. Implican siempre, actividades ceremoniales y rituales regulares, que realzan y afianzan el sentido de pertenencia de cada uno de los miembros a su grupo.
5) Así, las religiones a través de sus prácticas, son la expresión de la influencia que cada comunidad ejerce en cada uno de los individuos que la componen y son esenciales para la vinculación entre ellos y para su cohesión grupal. Es ésa la primera función social de toda religión.
6) En el Occidente industrializado, la influencia de las religiones está en un especial período de cambio, que puede demostrarse - entre otras formas-, estadísticamente en los grados de adhesión participativa de los fieles. Un singular caso de estudio lo constituye hoy el crecimiento demográfico persistente del Islam, en la Europa contemporánea.
7) Paralelamente, se han fomentado lo que algunos autores denominan “religiones civiles”, con creencias, dogmas, normas, símbolos, líderes y prácticas, que reafirman el estilo de vida de ciertas comunidades, y que coexisten con prácticas religiosas tradicionales: a) A través de sus creencias civiles (por ej. en la “democracia”, en el “voto popular”, en la “responsabilidad ciudadana”, en la “revolución”), b) A través de sus símbolos, normas y rituales (por ej. sus banderas, sus escudos, sus juramentos, sus desfiles, sus himnos y marchas) c) A través de los representantes del liderazgo civil (por ej. sus héroes y mártires patrios, sus estadistas ilustres, sus figuras egregias)
8) Se continúa de esta manera recurriendo –cotidianamente- a mecanismos sociales de control y de regulación del comportamiento, similares a los utilizados milenariamente a través de las formas religiosas tradicionales. Es ésta la segunda función social de las religiones.
9) Si bien la mayoría de la población occidental alfabetizada urbana, acepta que el mundo que la rodea no está colmado de seres espirituales invisibles, lo paradojal es que las tensiones más graves del planeta tienen su origen y su falta de solución en diferencias de tipo religioso, con obvias connotaciones económicas y políticas, aprovechadas tanto por las potencias occidentales como las no-occidentales. (ej: Israel, Palestina, Pakistán, Irán, Iraq, India, China, Tibet, amplias zonas de África y de Europa del Este, países y regiones todos que promueven el consumo de la redituable industria armamentista).
10) Esta última observación, nos lleva a la tercera función social de las religiones: el sentido y el propósito, que es proporcionado por el sentimiento reconfortante de que existe un para qué, que trasciende la finitud de la estrecha condición humana, siempre vulnerable, constantemente débil y en permanente riesgo.
11) Mención aparte merece un publicitado ateísmo militante, - al que adhiere en forma expresa una pequeña minoría de la población argentina -, que intenta desenmascarar - por momentos en forma dogmática e intolerante-, a las creencias religiosas y a sus prácticas, como meras estrategias – falaces y timoratas-, para afrontar la adversidad cotidiana de nuestras propias vidas, en sus múltiples formas, grados e intensidades.
Queda sin respuesta satisfactoria un interrogante:
¿Estamos hoy, todos, en condiciones de hacer frente a los distintos “pasos” de nuestra vida, sin esos mecanismos de control, sin esa cohesión social y sin un propósito trascendente?
Hace más de doscientos años, Maximilien de Robespierre - ¡que se había atrevido a tanto! -, se vio obligado a volver sobre su marcha y debió entronizar en la catedral de Notre Dame de París, a la Diosa Razón, (corporizada en una conocida bailarina de la época) e instaurar coactivamente el culto al Ser Supremo, cuya creencia fue estrictamente obligatoria, para todos los ciudadanos franceses de finales del siglo XVIII.
Una paradoja de la Ilustración, para ser meditada en estas postrimerías del primer decenio del siglo XXI.

Lic. Mario Eduardo CORBACHO – M.Sc.
Profesor Regular Facultad de Ciencias Económicas y Sociales y
Profesor Facultad de Ciencias de la Salud y Servicio Social. UNMDP
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