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Prof. Ángela Gómez, Prof. de italiano del Laboratorio de Idiomas, Facultad de Humanidades, UNMDP

Se entiende por “multicultura” la coexistencia de distintos grupos en un mismo territorio. Sin embargo, la convivencia de estos individuos no significa que entre ellos exista un contacto; de hecho, muchas veces observamos que distintos grupos étnicos viven en un ambiente separado, con lugares de encuentro diversos. La referencia, en cambio, a “intercultura” indica que distintos grupos se acercan, tratan de conocer las diferencias entre ellos, de comprender estas diferencias y de aceptar al otro como es, sin temores.
Un idioma es el resultado no solo de un sistema de organización de elementos lingüísticos sino principalmente de un modo de actuar, de comportarse. Es un medio para comunicarse pero sobre todo para comprender, ya que nos permite entrar en contacto con otras culturas.
Aprender una lengua significa conocer los modelos culturales que ese idioma representa. Cuando hablamos expresamos nuestro mundo interior, nuestra filosofía de vida, nuestra conciencia. Es indispensable, por lo tanto, adquirir los elementos necesarios para decodificar el comportamiento de otras personas que pertenecen a culturas distintas, lo que nos dará la posibilidad de dialogar con el otro para no caer en el error del monólogo.
La capacidad de aceptar y respetar las variedades de otros modelos culturales es una habilidad necesaria no solamente en el estudio de un idioma extranjero sino para “abrir” la mente y aprender a apreciar las diferencias que nos caracterizan y que no pueden más que enriquecernos.
Cuando decidimos aprender una nueva lengua, nuestro objetivo es adquirir una competencia comunicativa que nos permita interactuar con otros individuos. Para lograrlo debemos aprender a analizar nuestra propia cultura pero no es posible hacerlo si no la confrontamos con otra. Acercarnos a otro idioma, entonces, nos permite conocer mejor nuestro propio ambiente.
Pero, ¿de qué hablamos cuando nos referimos a cultura? Pues a la velocidad del discurso y al tono de la voz (muchas veces quien escucha una conversación entre italianos puede pensar en una pelea cuando no es así), a la relación de un pueblo con el tiempo (puntualidad, tiempo dedicado al encuentro con amigos, duración de las reuniones de trabajo, etc.), a los gestos (los gestos de los italianos son motivo de curiosidad y divierten mucho a los pueblos que no tienen esta característica incorporada en su modo de expresarse), a la distancia entre los cuerpos (los pueblos latinos en general aceptan una distancia menor que la tolerada por los pueblos nórdicos), los temas tabú (considerados políticamente incorrectos como la religión, el sexo, el sueldo que cada persona gana), los silencios y las interrupciones (los pueblos del norte de Europa son mucho más silenciosos que los latinos – los italianos, en cambio, se sienten en la obligación de llenar los silencios aún con simples muletillas), la comida, la higiene, el modo de entender la familia y las relaciones entre sus miembros, los ruidos y los olores corporales, etc.
No significa por supuesto que al aprender un idioma debemos cambiar nuestro modo de comportarnos, pero sí tenemos que comprender las diferencias y aceptarlas transformándonos en personas interculturalmente sensibles, capaces de salir de nuestro centro aún manteniendo nuestra propia identidad.

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