En la investigación los especialistas evaluaron el riesgo potencial de mezclas de plaguicidas detectados en los cuerpos de agua en la Región Pampeana e identificaron qué compuestos son los que más aportaban a ese riesgo.
El análisis se basó en relevar datos de monitoreos realizados en el país, publicados en los últimos 12 años, y datos de toxicidad para organismos acuáticos estandarizados presentes en bases de datos siguiendo estándares internacionales. Luego realizaron la elaboración de los coeficientes que consisten en la relación entre cuánto hay del compuesto en el agua y a qué concentración ha sido reportado como tóxico. Así, los coeficientes reflejan un riesgo potencial, basados en valores de toxicidad estandarizados en laboratorio y su relación con las concentraciones ambientales de agroquímicos, sin referirse a valores de toxicidad observada puntualmente en el lugar de muestreo.
Esta publicación es parte del trabajo de beca postdoctoral de Gastón Iturburu, quien viene trabajando en estos temas desde el inicio de su carrera científica en el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (IIMyC-CONICET, UNMDP), junto con la investigadora independiente del CONICET Mirta Menone (IIMyC- CONICET, UNMDP), la investigadora independiente del CONICET Valeria Amé del Centro de Investigación en Bioquímica Clínica e Inmunología (CIBICI- CONICET, UNC) y la arquitecta Gabriela Calderon del Instituto de Hábitat y del Ambiente, de la Facultad de Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).
En el 29 por ciento de los sitios estudiados se observaron valores altos de coeficientes de riesgo; siendo las zonas con mayores valores aquellas donde se realiza un uso del suelo destinado a cultivos de soja y maíz. Las zonas identificadas son el sur de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos y norte de Buenos Aires. Los plaguicidas que más contribuyeron al riesgo fueron los herbicidas glifosato y atrazina, ampliamente utilizados en los cultivos extensivos en la Región Pampeana, pero también hicieron su aporte el herbicida acetoclor, el fungicida carbendazim y el insecticida y acaricida fenitrotion que se siguen aplicando en Argentina, y cuyo uso ya fue restringido en Europa.
Los valores calculados indican que esas concentraciones de plaguicidas encontradas en los cuerpos de agua de la Región Pampeana podrían tener un efecto en los organismos que allí habitan. “En otras partes del mundo este tipo de técnicas para calcular el riesgo suele ser un primer paso para su evaluación. Si un sitio muestra alto riesgo, se debe continuar con otros enfoques más complejos, de modo de obtener la información suficiente para que las autoridades tomen decisiones respecto a aumentar la protección del ambiente o incluso remediarlo”, explica Iturburu.
El tipo de análisis que realizaron los investigadores puede ser utilizado de manera retrospectiva para calcular el riesgo de sustancias que ya están en el ambiente, o bien, con una visión prospectiva para determinar niveles guía para la protección de los organismos acuáticos. En ese sentido, Iturburu, Menone y Amé, junto con otros especialistas, participan del grupo de trabajo de la Red de Evaluación y Monitoreo de Ecosistemas Acuáticos (REM.AQUA) del CONICET. Dentro de esta Red los especialistas utilizan técnicas similares a las empleadas en este trabajo para generar niveles guía para la protección de la biodiversidad acuática. La REM.AQUA es una red institucional orientada a la solución de problemas del organismo que surgió a pedido de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
Ante estos resultados surge el interrogante sobre la remediación de estos ambientes vulnerables. Iturburu explica: “existen alternativas de producción de alimentos sin el uso de estos compuestos que han demostrado ser viables. Más allá de esa opción, y dado que no es tan fácil cambiar la manera de producir alimentos, hay que generar herramientas para reducir las concentraciones de plaguicidas en los cuerpos de agua, y en consecuencia reducir el riesgo para los organismos que comparten el ecosistema, como zanjas de retención o barreras vegetales ribereñas que evitan la llegada de estos compuestos al agua. Pero además, se deben controlar la cantidad y la modalidad de aplicación de estos productos por profesionales capacitados. Si estas medidas se sostienen en el tiempo, las concentraciones de plaguicidas deberían reducirse y por consiguiente, disminuir el riesgo para el ecosistema”.
Consultado por las proyecciones de los resultados obtenidos Iturburu afirma: “los objetivos a futuro incluyen ampliar el conocimiento de los efectos de plaguicidas y otros contaminantes en las especies nativas, y seguir desarrollando y utilizando herramientas para evaluar el riesgo, relacionando datos de laboratorio con determinaciones a campo e integrando herramientas de distintos campos del conocimiento”.
Prensa Conicet