Sin embargo, nuestra historia como humanidad ha visto otras pestes, ha detenido su dinámica y ha pasado por otras cuarentenas. Adriana Álvarez, historiadora e investigadora independiente del CONICET con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS-CONICET, UNMDP) relata algunas características de esta particular situación que vivimos.
Egresada de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), formó parte de los inicios del grupo de investigación llamado HISA (Historia Social Argentina) y del cual es actualmente codirectora. Formada principalmente en buscar nuevas dimensiones del estudio del pasado con el objetivo de rescatar el rol de los sectores populares, Adriana centró su mirada en preguntas sobre ¿cómo vivía la gente común?, ¿cómo eran las familias?, ¿cómo fueron las infancias?, ¿cómo eran las viviendas?, ¿cómo se hacían los reclamos laborales? “Pronto se sumaron las cuestiones a las cuales me abocaría el resto de mi carrera: ¿de qué morían esos sectores populares? ¿De qué y cómo enfermaban? ¿Cómo remediaban sus males? ¿Cómo, cuándo, y por qué motivos la salud y la enfermedad pasaron a formar parte de la agenda política? ¿Cuándo la enfermedad dejo de ser un problema individual y paso a ser entendida como parte de la Cuestión Social? Algunas de estas preguntas, encontraron respuesta en mi tesis de Maestría, focalizada en la ciudad de Buenos Aires, entre fines del siglo XIX y los primeros años del XX, realizada bajo la dirección de Mirta Lobato, en la UNMdP”, explica Adriana.
Así Adriana llegó a un subcampo inexplorado en la Argentina como es la Historia de las enfermedades, tanto en su estado epidémico y/o endémico, tomando la capacidad explicativa de la historia, con el propósito que la misma sea relevante en términos contemporáneos. Y agrega: “Desde ese posicionamiento investigué (e investigo), endemias como las del dengue, paludismo o malaria; epidemias como la gripe española, la poliomielitis, la fiebre amarilla, el cólera, la poliomielitis, o enfermedades como la tuberculosis. Desde esta mirada histórica se entiende a las enfermedades desde una dimensión epidemiológica, cultural, económica y política y no cómo meros acontecimientos biológicos.
El disparador de esas preocupaciones surge de la necesidad de mirar el pasado histórico, pero con el objetivo de que el mismo encuentre justificación en los tiempos presentes, es decir encontrar canales problemáticos, en este caso, la salud y la enfermedad, que permitan arribar a explicaciones que sirvan de insumos a otros especialistas encargados de la diagramación de políticas públicas. Adriana manifiesta: “En esta línea, las resistencias a las campañas de vacunación, a las cuarentenas, el rol de entidades como la Cruz Roja, la influencia del discurso médico o el accionar tanto de la corporación médica como de sus organizaciones pueden resultar de interés más allá del tiempo transcurrido. Así como también, mostrar que son muchos los testimonios históricos que muestran que la Salud Publica no siempre pudo articular respuestas eficaces, que le ha sido muy difícil y complejo actuar en momentos de epidemias debido a la alteración del orden que se provoca, y esto se debe a que, en los momentos de crisis sanitarias, las incertidumbres médicas, biomédicas y políticas se exacerban y hasta en cierta medida colisionan. Mostrar esas fragilidades también puede resultar de utilidad para quienes tengan como responsabilidad diferentes áreas de la salud”.
Las epidemias también pueden funcionar como un estímulo, según analiza Adriana, principalmente para la profundización de políticas sociales y nuevas y diversas formas de intervención en lo social, ya sea desde sociedades benéficas, organizaciones internacionales o humanitarias. Desde esta mirada, es interesante el enfoque sobre “el desarrollo histórico de estrategias tanto de “defensa” como de “control social” cuyos alcances trascendieron tanto los objetivos médico sanitarios, como sus destinatarios iniciales, los individuos; para devenir en una intervención sobre los ciudadanos y las patologías sociales”.
Mirar esta pandemia del Corona Virus (COVID-19) desde la historia, la primera pandemia del siglo XXI, nos enfrenta a nuevas incertidumbres. “Hoy estamos transitando una crisis epidémica, donde predomina un enfoque biologicista del problema, tanto a nivel médico, comunicacional, y hasta político. Es el momento, donde las explicaciones son buscadas en epidemiólogos e infectólogos, pues la dinámica del comportamiento del virus genera temor, incertidumbre e impone la búsqueda del remedio a la enfermedad en lo mediato, y en lo inmediato frenar el contagio, como principales materias de atención. Esta visión, ha sido común en otras epidemias, y hasta es lógico pensar que así sea. Sin embargo, es importante remarcar que las epidemias son el resultado de una trama mucho más compleja donde lo político, ideológico, social, biomédico, cultural y en este caso yo agregaría la globalidad, juegan cada uno su juego, y son piezas de un rompecabezas que excede ampliamente al virus en sí mismo. Con lo cual, pasada la emergencia y con algunos de los legados a la vista -seguramente los económicos y sanitarios serán los que gocen de mayor visibilidad- y con otros no tan claros, podremos avanzar en un análisis más integral, holístico, de las consecuencias del Corona Virus en la Argentina y la región”, asevera Adriana.
La principal estrategia de prevención en este contexto ha sido el aislamiento obligatorio o "cuarentena". Concepto lejano para muchos, cercano para los que transitaron la Gripe A en 2009-2010 pero que también tiene una larga historia como estrategia médica y social.
Las cuarentenas como instancia de aislamiento, se remontan a la antigüedad y dieron inicio para frenar la peste bubónica durante la pandemia de peste negra en Venecia en el siglo XIV. En su comienzo fueron precarias y a medida que avanzó la centuria, el método se fue sistematizando y fueron adquiriendo un cariz más preventivo y hasta fue utilizado en astronautas y muestras provenientes excursiones de la NASA.
En Argentina, la aplicación de este sistema de aislamiento se remonta a la llegada de Europa del cólera, lo cual era paralelo al arribo de gran cantidad de inmigrantes al puerto de Buenos Aires. Luego, como medida, llegaron los espacios llamados lazaretos, donde se incomunicaba a los enfermos para evitar la propagación del contagio, pero no salvarlos o asistirlos. "Como parte del perfeccionamiento del sistema cuarentenario en 1884, se aprobó la construcción e instalación de un lazareto en la Isla Martín García. Contaba con galpones de madera, seis aparatos de desinfección, un generador de vapor, dos cámaras centrífugas, dos de desecación y un horno de cremación, para los enfermos que sucumbieran por enfermedades infecciosas. Tenía personal médico, farmacéutico, y hasta un hospital. Estaba destinado a cuarentenas de observación, es decir viajeros que venían del extranjero que no presentaban síntomas infecciosos, pero que, para descartar la incubación de los virus, se los hacia cumplir con esta cuarentena antes de arribar al puerto de Buenos Aires", narra Alvarez. Luego se sumó el Hospital Flotante Rodolfo del Viso, un lazareto buque fondeado distante de la costa del Puerto de Buenos Aires.
En la historia nacional, vinieron luego cuarentenas más "suaves", flexibles y sectorizadas tanto con la gripe española de 1918 como con la poliemielitis. Es decir, que una cuarentena nacional, articulada y centralizada desde el gobierno central, y en los marcos de una cuarentena global, la del COVID-19 es la primera, no existen precedentes.
Tampoco existen antecedentes de una pandemia en la era digital, donde el uso de redes sociales pone en primer plano la "sociabilidad" comunitaria. Sin embargo, "desde el plano histórico, tanto en la epidemia de Gripe (1918), como en las epidemias de poliomielitis, la prensa gráfica, y la radial cumplieron roles muy activos. El siglo XXI es muy diferente en ese plano, las redes e internet merecen un capítulo aparte en esta esta historia. Donde seguramente habrá claros y oscuros, pero que aún no estamos en condiciones de realizar un análisis histórico que evalué el impacto que tuvo y está teniendo en la comunidad receptora", concluye Adriana.
Adriana Álvarez es nacida en la provincia de Mendoza, donde cursó sus estudios primarios y secundarios y es marplatense desde 1982. Hija única y primera generación de universitarios, su vida académica está fuertemente enlazada a la familiar, ya que su pareja también es historiador y docente de la UNMdP y con quien tienen un hijo y dos hijas, quienes también transitan por dicha universidad.
Fuente Departamento de Comunicación CONICET Mar del Plata